Volvieron
a su país de origen para rehacer su vida
Así quedó uno de los hoteles en la zona donde una trinitaria perdió su negocio. Foto: Erbol. |
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- “Perdí todo”. Así describieron su tragedia dos mujeres
bolivianas que migraron a Ecuador y lograron establecer negocios exitosos,
hasta que el intenso terremoto del 16 de abril de este año las obligó a regresar a Bolivia, sin nada más que un par
de maletas.
Pilar
Gardeazabal es oriunda de Cochabamba. Luego de que su emprendimiento como
odontóloga no rindiera buenos frutos en la ciudad valluna, decidió emigrar y
probar suerte en Ecuador, a invitación de sus padres que viven 20 años en ese
país.
Hace
dos años, Pilar dejó Bolivia para establecerse en la ciudad de Bahía junto a
hija, Margarita. Su viaje dio resultados. Tuvo buenas experiencias laborales,
incluyendo actividades con el Ministerio de Salud local.
Instaló
un consultorio odontológico y el negocio empezó a florecer, pero su sueño
terminó abruptamente, cuando la tierra se movió y acabó con el fruto de su
sacrificio.
Ese
domingo bañó a su hija y se recostó con ella. De pronto, la habitación empezó a
temblar y un espejo cayó. Pilar reaccionó rápido. “Cogí a la niña, la puse
debajo de mí, todo se movió, todo empezó a caer al piso, las vajillas, el
refrigerador”, contó.
La
cochabambina salió de la casa con su hija, pero la escena de terror continuó.
La gente corría desde la playa al grito de “tsunami, tsunami”. Ella se unió a
la masa y corrió hacia una colina.
El
consultorio se destruyó. El terremoto provocó que los pisos superiores caigan
encima de los equipos que Pilar usó para sustentar a su familia.
Los
problemas no terminaron ahí. La boliviana tuvo que pasar seis días en un
refugio dispuesto para damnificados. Contó que hasta recibir comida era
complicado porque cuando llegaba la ayuda se forman filas a las cuales le era
difícil llegar rápido al estar sola con su niña.
La
ayuda llegó y recibió techo y dinero de sus amigos para salir del refugio, sin
embargo, tenía otra preocupación puesto
que la vivienda de sus padres también se destruyó y ellos se negaron a regresar
a Bolivia. “Ya son de esta tierra, ellos no vuelven”, agregó.
Como
Pilar, la beniana Gluzy Saucedo perdió todo en Ecuador.
La
trinitaria se fue a ese país hace 16 años, donde formó su familia. Tuvo tres
hijos y luego, separada de su pareja, apostó a montar un negocio en la ciudad costera
de Manta, sin saber que en abril pasado esta localidad sería una de las más
afectadas por el terremoto que cambió su vida.
Junto
a su amiga, Gluzy advirtió el potencial turístico y comercial de la zona
denominada Tarqui e invirtió. Arrendó un inmueble para constituir el hotel
Umiña, en un lugar lleno de movimiento económico y social por los negocios y
centros nocturnos que existían.
El
emprendimiento iba bien. Pero, el 16 de abril la zona de Tarqui quedó casi
destrida por el terremoto. Varias personas fallecieron en la zona de los
hoteles y el negocio de la boliviana quedó hecho escombros. “Me quedé sin nada,
es triste porque la mitad de mi vida está aquí”, dijo.
La
beniana evitó dar detalles de la tragedia que sufrió en el terremoto, sólo se
limitó a decir que era como una película la devastación de la que fue testigo
en Manta.
La
experiencia de Diego
“Fue
horrible, es algo que nunca se me va a olvidar hasta el paraíso”. Esa fue la
sensación que tuvo el paceño Diego Samuel Zavaleta, quien junto a su familia
soportó el terremoto en la ciudad de Portoviejo.
Diego
vive en Ecuador hace nueve años. Llegó a ese país a invitación de su padre,
quien formó una nueva familia allí. El joven de 28 años es ingeniero en
comercio exterior y predicador entre los testigos de Jehová.
El 16
de abril, cuando su padre, quien es radialista, se aprestaba a ir a un estadio
para transmitir un partido de fútbol, la familia de Diego sufrió el terremoto.
Al
joven le encargaron apagar la bomba de la casa porque su hermano pequeño se
estaba bañando. En ese momento es que sintió el temblor. Ingresó a su casa y
vio que su padre tenía al menor en una toalla. La familia se abrazó entre dos
columnas y resistieron.
“Los
amo, nos morimos, los amo”, dijo el hermanito de 10 años a Diego y su papá,
quienes trataron de animarlo para superar la situación.
Diego
comparó el movimiento del temblor con el juego mecánico en que un barco se
mueve de lado a lado para asustar a los que se suben en él. Contó que escuchó
el desplome de casas como si fueran explosiones. Calificó la experiencia como
de “terror”.
A
pesar del temblor, Diego tuvo suerte porque su casa no tuvo mayores daños más
que unas rajaduras. Sin embargo, el daño moral provocó que el joven decidiera
retornar a La Paz para alejarse de la tragedia.
“No
tengo daño físico pero tengo tal vez un daño psicológico emocional. Necesito
desconectarme un poquito de todo, necesito ver a mi familia, a mi abuelita,
tíos, mamá”, manifestó.
El
regreso
Pilar
y Gluzy, a pesar de lo que lograron en Ecuador, regresaron a Bolivia con lo
poco que les queda después del terremoto. Ambas, cargadas de un par de maletas,
se subieron el último viernes a un avión Hércules provisto por la Fuerza Aérea
para volver a su tierra.
Gardeazabal
volvió junto a su hija Margarita con la intención de retornar su actividad como
odontóloga en Cochabamba.
Saucedo
llegó sola. Su hija de 16 años ya regresó antes en un avión junto al
Presidente, mientras que sus otros dos hijos se quedaron en Ecuador con su
padre. La intención de Gluzy es usar la ayuda que le ofreció Evo Morales para
tener una casa y una trabajo en Trinidad, con el fin de tener las condiciones
necesarias para traerse a sus niños.
A
diferencia de las mujeres, Diego no vino a Bolivia con la intención de
quedarse, sino planea estar dos a tres meses para luego regresar a Ecuador y
ayudar a los damnificados.
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