Tragedia aérea en los Alpes
ESPAÑA (ANB / El País).- "Un día todo el mundo va a a conocer mi
nombre". La profecía que Andreas Lubitz hizo a su novia ha terminado por
hacerse realidad.
El joven piloto que el pasado martes acabó con la vida de
otras 149 personas era un hombre ambicioso para el que la aviación era su mayor
pasión y con fuertes tendencias depresivas. Pero también, según relata al
diario Bild la azafata de 26 años Maria W., una persona obsesionada con la
capacidad destructiva de los aviones. "Por las noches soñaba con aviones
que se estrellan", asegura. Una descripción que coincide con la de otro
conocido del piloto, que le describe como "un friki que toda su vida solo
quiso volar y que tenía toda su habitación llena de pósters de aviones".
Las pesquisas de los agentes empiezan a
desvelar la gravedad de sus problemas. El rotativo alemán revela en su edición
de este domingo que los investigadores de la policía de Düsseldorf han
encontrado en el piso que el piloto mantenía en la ciudad pruebas claras de
"una enfermedad psíquica severa". Las autoridades descubrieron en la
vivienda una variedad de medicamentos psiquiátricos. "El joven de 27 años
era tratado por varios psiquiátras y neurólogos", asegura uno de los
agentes que participan en la investigación. Los policías, por el contrario, no
encontraron estupefacientes ni ninguna otra prueba de una dependencia a las
drogas o el alcohol. Por su parte, el diario The New York Times revela este
sábado que el piloto tenía problemas de visión que complicaban su futuro
profesional, sin descartar que esos problemas tuvieran carácter psicosomático.
En el relato que hace la antigua novia
de Lubitz, la mujer, que oculta su identidad bajo el pseudónimo de María W., le
describe como un hombre "dulce" que le regalaba flores y necesitado
de amor, pero con una obsesión que no le dejaba dormir: su trabajo.
"Hablábamos mucho de aviones. Y entonces se volvía otra persona. Se
excitaba de repente por las condiciones en las que trabajábamos o porque
cobrábamos poco dinero, recuerda.
Pero la parte más escalofriante del
relato llega cuando Maria W. recuerda los comentarios de Andreas en los que
anticipaba la tragedia. "Un día haré algo que cambiará todo el sistema. Y
entonces todo el mundo sabrá mi nombre y lo recordará", decía el copiloto.
La joven azafata explica que su relación terminó porque pronto se dio cuenta de
los problemas mentales de su novio. "De repente se desbocaba en las
conversaciones y me chillaba. Por las noches se despertaba y gritaba porque
tenía pesadillas en las que estrellaba. Yo tenía miedo", asegura.
El relato de María W. coincide punto
por punto con lo que han contado otros amigos o conocidos de Lubitz en
Montabaur, la pequeña población del oeste alemán en la que vivía con su
familia. Si sus colegas del club de vuelo LSC Westerwald contaban que la mayor
pasión de su vida era volar, y especialmente en los Alpes, donde acabó
estrellando el vuelo de Germanwings, su novia explica sus acciones por su
incapacidad para asumir que sus problemas mentales eran un obstáculo para su
carrera profesional. "Lo hizo porque se dio cuenta de que sus problemas de
salud impedirían su gran sueño, que era ser capitán de vuelos de larga
distancia en Lufthansa", concluye.
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