Vera Freitag
LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- “Chompas a 5 Bolivianos, 5 las
poleras”, grita el vendedor Richard Rojas. Está parado ante una inmensa montaña
de ropa usada.
La feria 16
de Julio en la ciudad de El Alto es donde se encuentra uno de los principales
centros de venta de ropa usada del país. Por interminables calles se extienden
los puestos de venta.
“Esta ropa
viene de Europa y de los Estados Unidos”, explica el minorista Richard Rojas.
“Llega al puerto de Iquique en Chile, de ahí sale a Oruro y después llega
aquí”, afirma.
Vienen fardos de primera, segunda y tercera calidad
“Toda clase
de personas viene a comprar”, destaca la vendedora Fany Yupanqui. “Vienen de
aquí de El Alto, del campo, pero también de abajo, de la zona Sur.”
La minorista
Yupanqui vende poleras, buzos, pijamas y camisas de segunda mano. “Cuando
abrimos el fardo vendemos a 5 Bolivianos, después para rematar vendemos a 3
Bolivianos”, cuenta Yupanqui.
Las prendas
de vestir se dividen en tres categorías: primera, segunda y tercera calidad.
“La primera es la más cara”, dice Fany Yupanqui.
En Europa existe mucha inseguridad: ¿Debería botar mi
ropa?
La ropa
usada inundó los mercados en muchas ciudades bolivianas. Lo que muchos no
saben: Se trata de ropa que es botada por la gente en los Estados Unidos o en
Europa, para hacer una donación. Se supone que después de botarla las ONGs
reparten a personas con pocos recursos.
Cuando en
Europa salió la noticia de que se esa ropa se traslada a ferias en muchos
países suramericanos y africanos y que alienta las actividades informales e
ilegales, se produjo una gran inseguridad entre los supuestos “donantes”.
¿Puedo seguir botando ropa?, se preguntaban muchos europeos.
El negocio con lo usado florece
“La venta de
ropa usada se masificó en la década de los años noventa”, explica el director
de la Confederación Nacional de la Micro y Pequeña Empresa (CONAMYPE), Marco
Antonio González.
Según
González, antes era una actividad de muy poca gente que viajaba a los Estados
Unidos para traer la ropa. Pero algunos lograron sentarse allá y crear centros
de acopio de donde salen los fardos a países como Bolivia, Paraguay y
Argentina, donde también es notable la venta de ropa usada en las ferias.
Las prendas
le sacan una gran ventaja a los productos que vienen de la industria nacional.
Tienen un precio imbatible y – aunque estén usadas – muchas prendas son de
buena calidad.
El sector textil boliviano vive un drama
El
floreciente mercado de “ropa americana”, como la llaman los vendedores en la
feria, afectó de manera grave a la industria nacional de textiles de Bolivia.
Sobre todo
las pequeñas empresas no pueden competir con los precios bajos de la ropa
usada.
Pero también
se tuvieron que cerrar algunas de las unidades productivas grandes, comenta el
director de CONAMYPE: “Tenemos el caso de FORNO y también prácticamente la
quiebra de Ametex, que era una empresa muy grande con cerca de 2.500
empleados.”
La venta de
prendas usadas también ha provocado la emigración de muchos bolivianos que
trabajaban en la manufactura textil: “Una gran cantidad se ha ido a España,
Argentina, Brasil y Los Estados Unidos”, dice González.
La situación de los controles
En cuanto al
ingreso de fardos de ropa usada se habla de una “actividad ilícita”, destaca el
director de CONAMYPE. “Este gobierno ha lanzado dos decretos, pero no los ha
cumplido”, cuenta González. Uno de ellos prohíbe la importación, el otro la
comercialización de la ropa usada.
Según
nuestra entrevistada, la situación también crea un fenómeno social que se le
complica al gobierno frenar esa actividad. “Mucha gente vive de eso”, destaca
González. “No hay otro trabajo, es nuestro negocio desde hace muchos años”,
confirma Carmen Rosa Cruz, vendedora en la feria 16 de Julio en El Alto. Hace
22 años que la minorista vende ropa usada de bebé. Un fardo le cuesta entre 200
y 220 dólares.
¿Existe una salida?
El director
de CONAMYPE desea que los vendedores puedan convertirse más bien en
productores. “Pero la gente no está capacitada en la parte manufacturera”,
reclama González.
La venta de
prendas de vestir es un negocio que no tiene controles. Para Marco Antonio
González la mejor normativa sería proteger al mercado interno y no ingresar
productos desde afuera. “Es mejor que pelear a la gente que está vendiendo,
porque son minoristas y viven del día a día.”
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