Con
armas nucleares
ESPAÑA (ANB / Tomado de El País).- No hubo, al menos por el momento, prueba nuclear en Corea
del Norte para conmemorar el aniversario del nacimiento de su fundador, Kim
Il-sung. Tampoco prueba de misiles. Pero el régimen de su nieto Kim Jong-un así
que lanzó una advertencia amenazante: mostró una serie de nuevos misiles, dos
de ellos posiblemente intercontinentales, en un inquietante desfile militar por
el centro de Pyongyang.
En un
momento de máxima tensión con Estados Unidos. Washington ha enviado un
portaaviones a la zona y asegura que dará cuenta del programa de armamento
norcoreano si este país no accede a desarmarse. Pyongyang aprovechó para
mandarle un mensaje al presidente Donald Trump: “Si fuerza una provocación
temeraria contra nosotros, nuestro poderío contrarrevolucionario contraatacará
con un golpe aniquilador.
Responderemos
a la guerra total con guerra total, y contestaremos a la guerra nuclear con
nuestro propio estilo de ataque nuclear”, sostenía al comienzo del desfile el
número dos del régimen, Choi Ryoung Hae, ante la mirada del líder supremo
norcoreano.
El
objetivo nominal del desfile era agasajar a Kim Il-sung en el que hubiera sido
su 105º cumpleaños. El objetivo real, rendir homenaje a su nieto, el actual
líder supremo, Kim Jong-un, y que la población le enviara un mensaje de
adhesión incondicional.
Escuadrón
tras escuadrón de militares marchando al paso de la oca. Soldados con fusil y
la bayoneta montada. Zapadores en uniforme de camuflaje y la cara ennegrecida.
Pilotos con gafas de aviador. Tanques y carros de combate. Unidades antiaéreas.
Todos
pasaban ante el mariscal entre gritos ensordecedores: “¡Kim Il-sung, Kim
Jong-un, mansae!” (“Larga vida a Kim Il-sung y Kim Jong-un)”. En el cielo, una
formación de aviones formaba el número 105, los años que hubiera cumplido el
fundador del régimen.
Pero
los grandes protagonistas fueron los misiles: mostró 56, de 10 tipos diferentes
El régimen se ha fijado como gran objetivo desarrollar un proyectil
intercontinental que pueda alcanzar territorio estadounidense. Aunque nunca los
ha probado en vuelo, ha mostrado en ocasiones previas dos modelos -el KN-08 y
el KN-14- y ha prometido completar una prueba a lo largo de este año.
En
este desfile exhibió un modelo nunca visto hasta ahora, un aparente híbrido de
los dos ya existentes, y dos nuevos tipos de lanzaderas. También mostró por
primera vez en un desfile su KN-11, un misil balístico que se lanza desde un
submarino y que probó con éxito ya el año pasado.
El
coronel Zo Bong-chol, uno de los cientos de militares que presenciaban el
desfile desde las gradas, prefería volver a llamar la atención sobre el nuevo
armamento: “Los estadounidenses están realizando maniobras en el sur. No
podemos quedarnos mirando mientras atacan nuestro país”.
No
fue solo el Ejército el que rindió pleitesía a Kim, que contemplaba la marcha
entre aplausos y risas. La población también desarrollaba su propio desfile
para expresar su lealtad al líder, un treintañero que esta semana cumplió sus
primeros cinco años como secretario general del Partido de los Trabajadores de
Corea.
Según
los funcionarios del régimen que acompañan a todas partes a los periodistas
extranjeros y controlan sus movimientos y entrevistas, cerca de 100.000
personas participaron en este ejercicio de éxtasis popular.
Ataviados
ellos con traje de chaqueta y corbata, y ellas de coloridos hanbok (el traje
tradicional coreano), marchaban en formaciones similares a las militares,
organizados para representar a lo más granado de la sociedad norcoreana. La
formación de deportistas lucía sus medallas. El equipo de fútbol femenino, que
recientemente se enfrentó a Corea del Sur, sus mejores galas. Los médicos
desfilaban en bata blanca. Una carroza reclamaba la unificación coreana; otra,
alababa los grandes logros del último año del régimen: la inauguración de una
nueva avenida en Pyongyang y de nuevos vagones para su sistema de metro.
Si
los soldados portaban sus armas, ellos agitaban guirnaldas de vivos colores,
lanzando vivas a Kim Jong-un y entrando en paroxismo al verse próximos al
líder.
Jang
Yun-hyang, de 25 años y enfermera en un hospital, es ya una veterana de estas
marchas: lleva participando desde sus tiempos de estudiante, asegura. “Es una
gran oportunidad para poder ver de cerca a nuestro querido mariscal”. ¿Tres
horas de desfile agitando guirnaldas sin descanso? “No me dolían los brazos.
Estaba allí de todo corazón”.
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