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miércoles, 14 de octubre de 2015

TRALCAO Y PUCHUNCAVÍ, LA CONTAMINACIÓN Y LA MUERTE, EL CHILE DE POCOS

Por Coco Cuba
TIQUIPAYA, BOLIVIA (ANB / ABI).- En Tralcao, Región de los Ríos, sur de Chile, ya nada fructifica: una planta de celulosa impuesta contra la voluntad del pueblo que conserva la lengua originaria "mapudungun tralkan" ha secado -o está por hacerlo- la vida de la gente en la comuna Mariquina, cerca de la ciudad de Valdivia, en la IX región chilena.


    El río del "lugar de truenos", como se conoce tradicionalmente este punto, ha recibido tal cantidad de plomo de los desechos de la planta de celulosa, propiedad privada que es, nada más, un curso de aguas negras y pestilentes. Huele a amargo.

    En Tralcao, "la gente se nos está muriendo de cáncer de estómago, de cáncer en las vías respiratorias", cuenta Yahaira Mancuchum, una activista de los derechos humanos de los suyos que llegó a la ciudad boliviana de Tiquipaya a la Conferencia Mundial de los Pueblos contra el Cambio Climático que clausuró el lunes y a la que asistieron 8.000 delegados de 50 organizaciones civiles de 5 continentes.

    Yahaira es uno de los 500 chilenos que desde diversos puntos del longilíneo país llegaron a Tiquipaya para manifestarse contra el calentamiento global, las emanaciones de gases venenosos, y la industria depredadora y contaminante, además de oponerse a que el calentamiento global asole a los seres vivos en el Planeta.

    Dice que la vida, sin vida silvestre en Tralcao, hasta antes de la planta de celulosa famosa por la belleza poética de sus cisnes, se ha vuelto poco menos que de pesadilla.

    En "las tardes el olor es insoportable a cebolla podrida. A nosotros nos afecta directamente el tema climático, más el calor y las emanaciones  de estos gases, no nos permiten respirar", se queja.

   La planta de celulosa "que nos impuso el gobierno, nos contaminó el río" en cuyo lecho se ha depositado una alfombra de un metro de espesor de plomo.

    En una región donde prima lo privado, la planta "nos mato toda la vida silvestre: hoy no tenemos las pataguas, no tenemos los coipos,  salmones, no tenemos cisnes", denuncia entre la melancolía y la bronca ablandada por palabras reverentes esta mujer de 30 años que no alcanza a entender cómo una zona como la suya, irrigada por varios ríos, no se tiene agua para el consumo humano.

    "Siendo que somos favorecidos porque tenemos muchos ríos no podemos beber de nuestras propias aguas, no tenemos una vida saludable", deplora.

    Yahaira da paso a otra historia mucho más dura y que, describe una mujer sesentona, refleja la verdad de un Chile en manos de privados y con una gran masa de "jodidos".

    "Julia Muñoz Orrego, del colectivo mujeres de zona de sacrificio", se presenta esta jubilada que viene de la zona de Puchuncaví, en el borde costero de Valparaíso.

    La vida en esa zona también se ha vuelto color hormiga desde que -nada menos ni más que- 17 empresas se asentaron en ese lugar pesquero, antes un granero, ahora casi un pueblo fantasma.

    Bajita, blanca de piel, Julia, una jubilada, madre y abuela cuya pensión le ha  librado de las cadenas para poder denunciar el infierno que vive el pueblito que le vio crecer, lamenta que el reino de lo empresarial rija en su Chile.

    "Tenemos 17 grandes empresas contaminantes, partiendo, con dolor lo dijo, de nuestra empresa Codelco (Corporación del Cobre de Chile). En Puchuncaví los adultos ya estamos jodidos y a los niños no los defiende nadie. Pero los niños que vienen con montón de problemas; ya tienen déficit atencional, tienen toda clase de problemáticas; sabemos que a los 10 y 12 años tienen todos los contaminantes" a bordo en el torrente sanguíneo.

    El drama que ha disparado los casos de cáncer en todas las edades es, hoy día, una constante en las zonas de Tocopilla, Catema, Ventana, Quinteros, vecinas de Puchuncaví.

   A quien quiso escucharla, Julia le ha contado en Tiquipaya la triste historia de Puchuncaví.

   "Era un pueblo pescador por excelencia. Surtíamos a la región de Valparaíso. Se nos llamaba el granero de la V Región; había apicultura y todo", hasta que empresas de toda laya se asentaron y comenzaron a trastocar el medioambiente.

    "Y ahora nada hay. Es un pueblo casi muerto", reseña Julia que en intento de referir su frustración cita el desplome del valor inmobiliario.

    "El nivel del valor de las viviendas que antes era muy preciado por las playas preciosas, que atraía gente de todo Chile se vino abajo. De modo que las familias que con esfuerzo construyó (sic) sus casas si la quiere vender ahora... si antes la podía vender fácil en 30 millones (de pesos) ahora es cara a 7 millones. Entonces la gente no puede ni irse de ahí y, lo peor, no quiere quedarse porque respira veneno todos los días", refiere esta mujer que camina junto a su paisana como 40 años más joven, Evelín Escobedo, del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que no se desprende ni deja de enarbolar su enseña rojinegra.

    Julia habla fuerte y claro pese a lo pausado de su voz y lo hace "para que presionen a las empresas contaminantes que están allá que, como pasa en Chile, vienen a Chile, se llevan nuestras riquezas, se llevan todo, pagan una gota de plata y nos dejan sus hoyos y sus males y el territorio echado a perder".

   Ella y un colectivo de mujeres monta en furia porque, por la cooptación de las empresas nadie quiere escuchar en Chile el octavo círculo que viven los pobres y no tanto en el país que, dicen los indios Mapuches, es más de los empresarios que de los que no lo son.

    Los hombres jóvenes y no en edad productiva en Puchuncaví no tienen otra que callar pese a que la contaminación, los gases venenosos que circulan en el ambiente, está matando todos los días a todos de a poco.

    "Lo más grave de todo es la cooptación de las empresas porque (los hombres de Puchuncaví) dependen laboralmente. Hay transnacionales y  nuestras, no hay que negarlo. (Las empresas contaminantes) se compran la conciencia de la gente porque la necesidad hace al vicio", remata.

    Por último la Escobedo, un típico apellido chileno, tiene algo que agregar: la termoeléctrica de Renca.


    "En la comuna de Renca tenemos una termoeléctrica que es la que más contaminada en Chile. Quema petróleo, diésel y la gente que vive alrededor no sabe que se va a morir de cáncer. No se ha puesto las pilas en el sentido ambiental, lo que ha preferido someterse al sistema capitalista y no ha defendido a la Madre Tierra, se ha preocupado de generar recursos para las grandes empresas y matar al pueblo", dice esta joven de callera roja, espigada, anteojos que esconden ojazos negros y rieles de ortodoncia.

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