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jueves, 26 de febrero de 2015

MAJO NO HABLA NI ESCUCHA, PERO SUEÑA CON SER ESCULTURA

Una luchadora incansable

LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- María José estudia en la Unidad Educativa República Oriental del Uruguay en La Paz, al nacer, un estado de sufrimiento fetal le causó irremediables lesiones a nivel auditiva y motriz. Majo, como le dicen de cariño, tiene 20 años y en diciembre de esta gestión terminará el bachillerato.

Desde que nació su esfuerzo fue incansable. Para llegar a este momento de su vida venció, como cualquiera, 12 años de colegio con todas las materias, la deficiente infraestructura de la ciudad, las múltiples  barreras que su entorno le presentaba pero sobre todo tuvo que superar sus limitaciones físicas, una condición que la postró en una silla de ruedas: el sufrimiento fetal.

“Sueño que otros jóvenes en mi misma condición puedan tener la oportunidad de estudiar, las escuelas no tienen rampas ni ascensores para que personas como yo puedan moverse (…) mis compañeros me ayudan pero no siempre y algunas clases las pasamos en el 4to piso y tienen que cargarme por muchas gradas”, señala María José Viscarra Agramont, con una cálida sonrisa.

La joven utiliza las manos para comunicarse porque aparte de su daño psicomotriz tiene hipoacusia. Una intérprete hace de mediadora entre sus señas y la voz audible. Cuando nació, sus padres jamás previeron que sus vidas se tornarían tan complejas, entre tratamientos médicos, fisioterapias y la vida cotidiana.

Sin embargo, hoy sus rostros felices reflejan que todo el esfuerzo realizado para su hija valió la pena. “Ella es única, tiene ganas de superarse quiere salir del colegio y continuar sus estudios en la Escuela de Bellas Artes, siempre nos sorprende porque sin que nosotros sepamos ella ya había ido averiguar con uno de sus amigos, Miguel, a la Escuela de Arte”, cuenta Claudia Agramont, mamá de María José.

Un proceso difícil para logara su formación hacia el bachillerato
Cuando llegó el momento de cumplir con su derecho a la educación, los papás decidieron, por recomendaciones, poner a María José en el Instituto Departamental de Adaptación Infantil en el cual permaneció hasta los 6 años. Luego, por su problema auditivo, ingresó al Instituto Erick Boulter hasta cumplir los 10 años.

Continuó en Huáscar Cajías por 5 años más porque con la reforma a la ley educativa, que establece la inclusión de personas con discapacidad en la educación regular, les han quitado grados conminándoles a terminar el bachillerato en escuelas o colegios comunes que no cuentan con la infraestructura y las condiciones académicas necesarias para interactuar efectivamente con esta población. 

“Tengo miedo de quién la sube, quién la baja hace 2 años atrás yo me caí de las gradas cargándola a mi hija, el año pasado uno de sus compañeros de curso, muy amoroso, estaba subiéndola por las gradas, su silla de ruedas se trabó y mi hija se cayó de frente y se asustó mucho”, relata triste, Enrique Viscarra, papá de Majo.

El apoyo de padres, profesores y Defensor del Pueblo

En un diálogo con sus profesores, en el que participa la representante del Defensor del Pueblo en La Paz, Teófila Guarachi y el profesor Mariano Freddy Suri Zegales, director de la Unidad Educativa República Oriental del Uruguay, tanto los padres como los mencionados reconocieron que la ley antes de ayudarles les estaría causando un gran perjuicio.

“Si la madre o el padre no reconoce que su niña o niño tiene una discapacidad y tiene que apoyarlo de por vida, el menor no va a salir de su casa y si el padre se encuentra con una barrera en el colegio va a preferir encerrarlo o posiblemente termine su formación primaria y secundaria, va a llegar a ese nivel  y va haber otra barrera que es la profesionalización, después de hacer todo ese esfuerzo puede llegar al nivel de ejercicio de la profesión  pero lamentablemente vivimos en un estado donde la discriminación prevalece porque a pesar de que la ley 223 dicta que como institución pública o privada tienes que tener  por lo menos un 4% de personas con discapacidad trabajando en tu institución, no se cumple”, explicaba Teófila Guarachi del Defensor del Pueblo.

“La educación que se hace acá es inclusiva pese a que no tenemos la infraestructura pero los profesores y el personal administrativo hace todo lo posible para adecuarse para dar un trato digno a nuestros estudiantes especiales, una educación con amor, dirían algunos profesores y estamos llevando adelante esta labor con niñas y niños discapacitados desde hace 7 años atrás”, relataba el director de la unidad.

Efectivamente este colegio no cuenta con la infraestructura adecuada, como rampas o ascensores y hasta baños readecuados. El curso de Majo, originalmente estaba en el último piso pero en un acuerdo con padres de familia, profesores y los mismos compañeritos decidieron ayudar trasladándose a la planta baja. 

Majo y las experiencias o anécdotas más importantes de su vida

“En un futuro yo quiero ser artista plástica pintar, modelar y dibujar, mi artista favorito es Miguel Ángel;   pero también quiero trabajar haciendo joyas y bijoutería porque un día mis papis se van a poner viejitos y yo tengo que ayudarles”, contaba María José a través del movimiento de sus manos.

“Mi mejor amiga es Lidia, vamos a ser profesoras”

Lidia es sordomuda también pero no tiene problemas de motricidad. Desde que ingresó a muy corta edad al IDAI se convirtió en la mejor amiga y hasta protectora de María José. El semblante de Lidia es claramente cálido, es una muchacha bella, alta y corpulenta, piel canela y cabello negro ondulado, cuando se expresa lo hace de forma tan segura y coherente que si pudiera hablar lo haría a la manera de toda una gran lideresa.

“Nos conocemos desde siempre, yo quiero mucho a María José, me gusta estar con ella nos contamos todo y a veces reímos como locas, nos cuidamos entre las dos; cuando llegamos acá todos nos miraban extrañados por nuestra forma de comunicarnos mediante señas; ahora nos espera un año duro de estudio porque vamos a salir bachilleres luego vamos a entrar a la Normal porque los sordos somos iguales o podemos ser iguales que los oyentes por eso vamos a ser profesoras de nivel inicial o tal vez estudiemos educación especial; hemos pasado momentos tristes y felices pero son tantos años que estamos siempre juntas”, narra Lidia, en lenguaje de señas.

En la casi media hora que duró la entrevista con María José ella se mostró tan interesada y cooperante. Su rostro se tornaba serio cuando le tocaba hablar de las dificultades por las que aún atraviesa y cuando hablaba de su gusto por la música, como el reggaetón o su hobby que es chatear por facebbok con sus amigos, inmediatamente la alegría y una amplia sonrisa de apoderaba de ella.

Una llamada de atencíon y el clamor de ser escuchados por las autoridades

Así como María José Viscarra Agramont, en Bolivia existen alrededor de 17.000 estudiantes con algún tipo de discapacidad. La compleja condición de Majo quizás es la de menor incidencia pero al margen de la buena intención de las autoridades para lograr su integración en la educación regular y darle un giro al nivel de discriminación imperante aún es nuestra sociedad, la ley no previó las falencias estructurales de su peso.

Colegios como Sagrados Corazones, Don Bosco, Instituto Américano, Liceo La Paz, Aspiazu, y otros tantos en la zona troncal de la ciudad no están adecuados para recibir a estudiantes como María José. No sólo su infraestructura es el problema, sino las currículas educativas que no son modificadas como intenta hacer esta Unidad.

El pago a intérpretes para que estudiantes con problemas auditivos puedan aprender, el traslado de sus hogares a los centros educativos en el caso de tener una silla de ruedas, el mantenimiento de los costosos aparatos auditivos, la indiferencia de la gente en fin las interminables barreras que tiene que superar esta población hace de cada uno de ellos unos verdaderos héroes.

Niñas, niños y jóvenes luchadores que aún guardan la esperanza de ser atendidos por las autoridades de su país. Mientras tanto, el llanto de los papás de Majo se contrasta con una gran alegría y orgullo por su hija pero también de rabia y frustración.

“Nuestra hija ya sale del colegio, no quisiéramos que esta año termine porque  luego qué va a ser de ella, está convencida de que quiere estudiar en Bellas Artes y nosotros la vamos a apoyar; pero qué de los otros padres que recién comienzan esta dura batalla, queremos que nos devuelvan el Huáscar Cajías con todos los niveles completos o que nos construyan centros especializados para nuestros hijos y que podamos contratar educadores técnicos de institutos privados, y no siempre de la Normal, queremos condiciones educativas específicas para niñas, niños y jóvenes que quieren superarse y lo hacen pese a todo gente fuerte y capaz en todas sus limitaciones, como nuestra María José”.    

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