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domingo, 22 de febrero de 2015

ADOPTA UN ABUELO, SÓLO NECESITAS VISITARLO Y ESCUCHARLO


Varios adultos mayores todavía esperan ser acogidos
"Adopta un abuelo o abuela", la situación de abandono y olvido en la que se encuentran puede mejorar.
SANTA CRUZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- “Mi familia es la que está interna aquí, ellos son mis hermanos mis papás, mis mamás, esa familia perdida que no tenemos la hemos encontrado aquí, porque estamos alejados de la sociedad, esa sociedad que trata de olvidarnos a nosotros, como dicen el abuelo bueno para nada, el abuelo solamente incomoda, hace algo y dicen -¡ya está chocho el abuelo métanlo al asilo!-” Zenón, 85 años.


Esta realidad, ahora, puede mejorar. Hace tres meses el Servicio de Gestión Social (SEDEGES) lanzó un programa especial bajo el nombre de "Adoptando a mi abuelito o abuelita” y el hogar María Esther Quevedo es uno de los institutos que forma parte de esta campaña.

Dora Ávila, trabajadora social de esta casa, se refirió a la importancia que tiene para los adultos mayores el brindarles una mejor calidad de vida, atención y cariño. El alejarlos de la violencia ya que son una población en situación de abandono y riesgo; dijo que ellos son como su segunda familia.

“Me siento contenta de trabajar con ellos ya que es una población en situación de abandono y riesgo, ellos son como mi segunda familia, son adultos mayores pero a veces se les sale esa niñez esa ternura y hay que tratarlos bien hay que darles cariño, abrazarlos, escucharlos, charlar con ellos y darles su momento. Son tan tiernos que yo no me explico por qué los hijos los abandonan, por qué los pegan”, expresó Ávila.        

Actualmente, el Hogar María Esther Quevedo alberga alrededor de 40 adultas y adultos mayores en situación de abandono y orfandad por eso "Adoptando a mi abuelito o una abuelita” es una forma de cubrir sus necesidad de ciudado y afecto, agregó la funcionaria.

Explicó que quienes quieran adoptar abuelitos deberán comprometerse a realizar visitas cada 15 días, participar en actividades que involucren al adulto mayor y sacarle a pasear y a comer. Todo aquello previa firma de una carta de compromiso.

Durante la visita de ERBOL, tres de los abuelos más representativos del Hogar Quevedo contaron algunas historias de una vida infanto-juvenil que hoy quedó muy lejana, casi en el olvido.  

Yo viví en la “Plaza de Toros Olimpic”

Don Roberto habló de la falta que le hace su hija quien radica en el Brasil y recordó algunas de sus actividades cuando era joven, como cuando vivía en La Plaza de Toros Olympic, escenario importante de la vida de los ciudadanos de La Paz en los años cuarenta.

“Yo ya no tengo familia de ninguna clase y llega cada dos años, ella radica en el Brasil con sus hijos, su familia (…) en aquellos tiempos cuando era niño, hace más de 80, nos reuníamos en el Parque Belén yo vivía en el Olimpic donde era la corrida de toros en Alto San Pedro y siempre he hecho grupos de música desde chico, desde la escuela pero música de antaño como boleritos y mariachis de Jorge Negrete”. Roberto, 88 años.

El volador, el t’ijchi, los tranvías…

Don Zenón contó cómo se jugaba cuando era niño, cómo era La Paz de antaño e hizo alusión a otra de las actividades del hogar, el “Cuéntame abuelito”.

“Podemos contarles sobre el volador, del t’ijchi (juego con canicas), del billar, de la época del tranvía porque tenemos conductores de tranvía aquí internos, queremos compartir con la gente las leyendas increíbles de los abuelos, cada abuelo es un mundo y quiere expresar sus cuentos; hasta tenemos una traductora para abuelos que no hablan castellano”, contó el abuelito.

¡Yo soy “la Quirquincha de Oruro”!

Doña Alicia Tovar, la mayor de todo el asilo, fue esposa del famoso futbolista Jesús Bermúdez, quien legó su nombre al estadio emblema de la ciudad de Oruro. Recordó algunas costumbres de las “señoritas de antaño” y lamentó que ahora su salud esté tan deteriorada. Dijo, además, que si tuviera por lo menos algún familiar trabajaría sirviéndoles con tal de no estar en el olvido.

“Qué lindo era, entre jóvenes pasábamos y hacíamos nuestras fiestas no con mayores ni las mayores con las menores, así eran nuestras costumbres de antes, (…) que yo tuviera aunque sea uno de la familia de mi mamá o de mi papá yo me fuera, no de pariente si no de sirvienta por un plato de comida no más no quiero plata para qué quiero plata, yo se los cocinaría”. Alicia, 108 años.

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