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viernes, 7 de marzo de 2014

ALBA IMPIDE UNA RESOLUCIÓN DE LA OEA SOBRE VENEZUELA

LA PAZ, BOLIVIA (ANB / Erbol).- Atrapada entre el desdén del presidente Nicolás Maduro y la irritación de buena parte de la comunidad internacional ante su prolongado silencio sobre la violencia desatada en las calles de Venezuela, la Organización de Estados Americanos (OEA) se disponía el jueves a definir, por fin, su postura ante la crisis en el país sudamericano. 


Tras ocho horas de reunión, la mayoría de votos que Venezuela ha conseguido aglutinar en los últimos años logró impedir que los Estados miembros adoptaran alguna de las medidas que se iban a discutir: la convocatoria de una reunión de consulta de los cancilleres, el envío de una misión de observación o la redacción de una resolución ante el conflicto. La ausencia de acuerdo deja en evidencia la fractura, cada vez más acusada, en el seno de la entidad y supone, además, otra oportunidad perdida para recuperar su mermada autoridad en el hemisferio, que podría remediarse parcialmente este viernes, si, en la segunda parte de la sesión se consigue llegar a una declaración de consenso, informa El País.

“Lo que es evidente es que se han logrado frenar los propósitos intervencionistas de los convocantes de este Consejo”, señaló a la prensa el embajador venezolano ante la OEA, Roy Chaderton, al término de una maratoniana reunión -comenzó alrededor de las 5.30 y se suspendió pasada la una de la madrugada del viernes- que se celebró a puerta cerrada. Venezuela ha sabido concitar el apoyo de los países del Caribe, un puñado de votos decisivo en el seno de la organización, que le ha permitido decantar la balanza a su favor en muchas ocasiones a lo largo de los últimos años. Este jueves, el apoyo del bloque del ALBA y del Caricom determinó que ni siquiera se llegaran a contemplar ni la posibilidad de una convocatoria de los ministros de Asuntos Exteriores de la OEA para debatir la respuesta conjunta de la organización ante la crisis venezolana, ni el envío de una misión observadora, dos opciones contra las que arremetió duramente el presidente Maduro durante los fastos por el aniversario de la muerte de Hugo Chávez.

Descartadas ambas alternativas, la declaración conjunta de llamado a las negociaciones entre las partes parecía la opción con mayores posibilidades de obtener consenso. Sin embargo, la forma, extensión y contenido de ese diálogo fue lo que hizo encallar el debate entre los Estados miembros. A la reunión del Consejo se presentó una propuesta inicial, liderada por Bolivia, en nombre del bloque del ALBA y países afines como Argentina, Uruguay o Brasil, que alababa los esfuerzos del Gobierno de Venezuela por resolver la coyuntura de protestas sociales de su país y la conferencia de paz convocada por Maduro como el foro legítimo para albergar ese diálogo. A ese texto se pretendió incorporar, a modo de enmienda, una iniciativa promovida por Perú y el bloque de la Alianza del Pacífico, más Costa Rica, Panamá, EE UU y Canadá, que pedía “un seguimiento” de esas negociaciones que garantizara el envío periódico de información sobre el curso de las mismas al secretario general, José Miguel Insulza.

Durante la tarde, se consiguió redactar un borrador con unos cinco puntos básicos que contemplaban, entre otros asuntos, una investigación de la violencia, la garantía de la no injerencia de la OEA en los asuntos internos de Venezuela –como pidió Maduro- y la observación de la institucionalidad democrática y el Estado de Derecho en el marco de la Carta Democrática de la organización, asuntos sobre los que se había llegado a un cierto consenso. La negativa del bloque del ALBA a aceptar la inclusión de la propuesta peruana impidió, sin embargo, la posibilidad de que se llegara a un acuerdo esquivo, lo que obligó a suspender la reunión para este mismo viernes.

Ninguna de las partes parece dispuesta, a priori, a hacer concesiones de cara a la segunda parte de la sesión del Consejo Extraordinario. En un principio, se volverá a partir de la propuesta boliviana que cuenta con la oposición frontal de países como Panamá, el convocante de la reunión, EE UU o Canadá. “Nosotros quisiéramos ver que hubiera líneas de acción en el texto de Bolivia, no simplemente que se lamenten cosas. Habrá que revisar esa iniciativa y ni opinión es que la OEA quedaría muy mal que respaldara esa posición porque el Consejo Permanente debe guardar cierto grado de neutralidad ya que la idea no es ni atacar al Gobierno de Venezuela pero tampoco venir a alabarlo”, explicó el embajador panameño ante la OEA, Arturo Vallarino.

Una peligrosa fractura

El nivel de sutilezas barajadas para tratar de alcanzar una redacción final de declaración es un claro ejemplo del ajedrez continental que se juega en la OEA. Las fricciones en torno al chavismo y el rechazo que en muchos Estados provoca la propia organización han sido determinantes en su prolongado silencio ante la crisis venezolana. Todas las instituciones regionales del hemisferio, Naciones Unidas, la Unión Europea, hasta el papa Francisco, han emitido comunicados, más o menos tibios, instando al diálogo, todos, y repudiando la violencia, algunos. La OEA ha permanecido callada, en una espera que, como su secretario general, José Miguel Insulza, reconoció durante la sesión, ha hecho emerger “tensiones innecesarias “entre sus miembros.

Durante su intervención, el secretario general reivindicó, sin embargo, la vigencia y la importancia de la OEA en el continente. “La expectativa provocada sirve para defender que esta Organización sigue siendo el principal foro de debate de las Américas”, señaló el jefe de la entidad en un discurso muy firme, en el que no rehusó reconocer la profunda división entre sus miembros sin obviar la importancia de la pluralidad de voces en su seno –no en vano la OEA es la única entidad que aglutina a todos los países del continente-. “Las crisis polarizan y esta organización que es política está siempre al centro de ellas […] Aquí, los de izquierda, de derecha o de centro tienen iguales derechos y la OEA es gobernada, de manera abierta y conocida, en el marco de la democracia y el estado de derecho, por sus estados miembros, reunidos en Consejo o Asamblea General”, señaló Insulza.

Pese a la claridad de las palabras del secretario general, la incapacidad de llegar a un consenso sobre la situación en Venezuela evidencia una fractura tremenda que juega en detrimento de su influencia en el hemisferio cada vez más ahogada entre el mar de nuevos organismos regionales –Unasur, CELAC…- entre cuyas aguas sus Estados miembros parecen nadar más a gusto.

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