EGIPTO (ANB / Erbol).- El 3 de julio, cuando los militares egipcios
llegaron al poder, sus intenciones no eran belicosas. En aquel entonces se
limitaron a arrestar a algunos líderes de los islamistas más radicales, que
serán juzgados bajo la acusación de instigar los asesinatos. El nuevo régimen
declaró en varias ocasiones que no tenía intención de excluir ninguna fuerza de
la vida política del país. En aquel momento esta posición fue aplaudida por el
secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, diciendo que el Ejército ejecutó
una "restauración de la democracia" en Egipto.
Ante la escalada de la violencia en Egipto, el presidente Barack Obama
condenó en duros términos la situación y anunció la cancelación de unos
ejercicios militares conjuntos, en el marco de una "revisión" de la
relación con las autoridades interinas egipcias. Sin embargo, Obama no llegó a
anunciar la suspensión de la importante ayuda militar aportada a Egipto.
La suspensión de las maniobras tiene un valor puramente simbólico, visto el
alcance de la cooperación militar: desde 1979 "Egipto es el mayor
beneficiario, luego de Israel, de la ayuda bilateral estadounidense", y
hasta ahora ha recibido unos 68.000 millones de dólares, según el Servicio de
Investigación del Congreso (CRS).
Destinada a mantener a Egipto en paz con Israel y a hacer de El Cairo un
eje de la política árabe de Washington, garantizando al mismo tiempo el derecho
de pasaje para sus buques por el estratégico canal de Suez, esta ayuda es
esencialmente militar y equivale a 1.300 millones de dólares anuales.
El analista político Vladímir Nésterov subraya que "la actitud de
EE.UU. hacia los cambios de la situación en Egipto 'navega a la deriva' con una
gran maestría. Así, Hillary Clinton intentaba encontrar 'gérmenes' de la
democracia en los Hermanos Musulmanes y, a su vez, John Kerry se puso a
buscarlo en el poder de los militares".
Esta maniobra de Washington no pasó desapercibida en El Cairo. El 11 de
agosto el periódico 'The Egyptian Gazette' escibió: "El fascismo islámico
fue una elección de EE.UU." Según el periódico solo al darse cuenta de que
la decisión de millones de egipcios fue "deshacerse de Morsi", la
Casa Blanca aprobó la llegada del nuevo régimen.
El director del centro ruso de investigaciones políticas, Vladímir Evséev,
destaca entre los países que no están interesados en una desestabilización de
la situación en Egipto a "Arabia Saudita, su aliado Emiratos Árabes y, por
supuesto, Occidente, es decir, Europa y EE.UU.".
"Debido a que en Egipto de hecho han llegado al poder los líderes
favorables a los países occidentales, Occidente quiere que esta gente se
arraigue en el poder. De este modo EE.UU. y sus aliados se están arrinconando. Quieren
que se refuerce el poder legal y no se derrame sangre. Al mismo tiempo quieren
llegar a un acuerdo con los Hermanos Musulmanes. Pero es imposible", dice.
"El pronóstico es banal", dice el sociólogo y analista político
ruso Guerman Yanushevski. "Habrá una guerra civil, la introducción de los
'pacificadores' norteamericanos por una decisión de la ONU y la llegada al
poder en Egipto de un presidente 'estadounidense'. Pero los islamistas no se
calmarán. Hay solo dos opciones para ellos: estar en el poder sirviendo a
EE.UU. o 'colocar minas y detonarlas'. Este esquema ya ha tenido lugar en
Afganistán, Irak y, anteriormente, en decenas de otros países. Los
estadounidenses son tan primitivos que no pueden inventar nuevas formas de
actuar que sean más refinadas".
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