La enfermedad mata a cerca de 2.000 al día
EEUU (ANB / Erbol).- Investigadores de los Institutos Nacionales de la
Salud norteamericanos (NIH) han creado la vacuna contra la malaria más eficaz
hasta el momento.
En un ensayo clínico de fase 1 —que en principio solo
pretende evaluar la seguridad del tratamiento—, ninguno de los seis voluntarios
que recibieron cinco dosis ha contraído la malaria al cabo de un año; en
comparación, de los seis voluntarios que recibieron placebo, cinco contrajeron
la enfermedad, y los que recibieron menos dosis mostraron una protección
intermedia. Son números pequeños pero significativos y esperanzadores. La
vacuna dista mucho de ser perfecta, ya que requiere al menos cinco inyecciones
intravenosas, pero los principales especialistas la consideran un avance muy
importante.
La malaria mata a cerca de 2.000 personas al día, según los últimos
cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) con datos de 2010. Las
vacunas actuales tienen una eficacia muy limitada, y la búsqueda de un fármaco
que ofrezca una buena protección contra el contagio ha sido una pesadilla para
los investigadores durante casi medio siglo, informa El País.
El único método que ofrece una protección verdaderamente eficaz y duradera,
conocido por los científicos desde hace 40 años, es en realidad obra de la
madre naturaleza. El principal agente causante de la malaria es el parásito
unicelular (protozoo) Plasmodium falciparum, que se transmite a las personas
por las picaduras de los mosquitos del género Anopheles. Pero hay una forma del
plasmodio, llamada esporozoito, que infecta las glándulas salivares del
Anopheles, y cuando se deja que estos mosquitos piquen a personas sanas, éstas
quedan protegidas de forma duradera contra las formas patógenas del parásito.
Esta es la clave que ha permitido desarrollar la nueva vacuna.
Robert Seder, del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas
(NIAID), en Bethesda, Stephen Hoffman, de la firma biotecnológica Sanaria, en
Rockville, y una cincuentena de colegas han logrado convertir los esporozoitos
que normalmente infectan las glándulas salivares del mosquito en una vacuna
viva eficaz, gracias a su capacidad de reproducirse en el cuerpo humano y
excitar a su sistema inmune sin causar la enfermedad. Presentan en la edición
electrónica de Science el resultado de su ensayo clínico de fase 1 con 50
voluntarios sanos.
Los investigadores dividieron a los voluntarios en pequeños grupos para
probar distintos regímenes, incluidos los controles con placebo. Los datos
esenciales se resumieron arriba: de los seis voluntarios que recibieron
placebo, cinco se han contagiado de malaria al cabo de un año; de los nueve que
recibieron cuatro dosis de la vacuna, se infectaron tres; y de los seis que
recibieron cinco dosis, ninguno se infectó. Este último dato implicaría una
protección del 100 por ciento con cinco dosis, aunque desde luego hacen falta
más números para poder asegurarlo. O refutarlo.
Las analíticas de la sangre de los pacientes son también esperanzadoras,
porque revelan una clara correlación entre el número de dosis de la vacuna y la
respuesta inmunológica: tanto en los anticuerpos contra el plasmodio como en el
otro tipo de reacción defensiva del cuerpo, que no se basa en anticuerpos
sueltos por la sangre sino en células (células T) dedicadas a encontrar al
parásito y, literalmente, tragárselo y triturarlo sin reparos.
“Los resultados indican”, según los autores, “que hay un umbral
inmunológico dependiente de dosis para establecer una protección de alto nivel
contra la malaria, y que ese umbral puede alcanzarse por administración
intravenosa de una vacuna que es segura y cumple con las regulaciones sanitarias”.
Una protección de esa fuerza solo se había alcanzado hasta ahora con el viejo
método de los mosquitos, una estrategia que sería más difícil de aplicar aún
que las cinco dosis intravenosas.
En cualquier caso, los científicos admiten que falta mucho trabajo por
hacer para precisar, más allá de un año, cuánto dura el efecto protector: si
hubiera que inyectar cinco veces al año a toda la población durante el resto de
su vida, los obstáculos técnicos y económicos serían formidables. Incluso si
bastara con las inyecciones del primer año, el hecho de que sean intravenosas
—en lugar de las habituales intramusculares, intradérmicas o nasales—
constituiría un reto para los sistemas sanitarios de los países pobres
afectados.
Pero el camino parece abierto para un avance sanitario de extraordinaria
importancia.
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